Yogaiam dedicará esta semana, en las disciplinas de Hatha y Vinyasa, al segundo YAMA y al segundo NIYAMA.
Los YAMA es un código social planteado como abstinencias. El segundo es SATYA, no mentir.
Los NIYAMA es un código personal planteado como normas. El segundo es SAṂTOṢA, satisfacción.
La narración y la verdad.
Seguimos trabajándolos para crear una base sólida que mantenga nuestra estabilidad.
Creo que la mentira más compleja es la que me cuento a mi mismo. Puedo contar una mentira a los otros sabiendo lo que es: una mentira; por ejemplo queriendo aparentar lo que no soy, o queriendo demostrar saber lo que en realidad no se. Pero también puedo mentir, y mentirme, desde la narración engañosa que yo, con tanta habilidad, me dedico a mi mismo. ¿Que hago cuando he tomado lo falso por verdadero perdiendo el discernimiento?
Me miento a mi mismo cuando no pongo mi pensamiento y mi acción al servicio de lo que siento. Me miento cada vez que dejo que mi pensamiento decida cual es la verdad. Sin embargo, mi cuerpo, con sus sutiles sensaciones, no sabe mentir y debo defender su delicada verdad, dicha tan bajito, de las gritonas ideas alocadas de mi cabeza.
Por otro lado, la satisfacción que siento en cada circunstancia también se ve afectada por mi descripción de la realidad, de los demás y de mi mismo. ¿Me estoy diciendo qué hay en “mi realidad” o la experimento?, ¿me acerco a “la realidad” con el filtro del pensamiento, el análisis, el juicio, el prejuicio, la valoración,.. o la vivo ?, ¿soy testigo de la realidad o la pienso como un problema?, ¿veo una oportunidad en cada “problema” o un problema en cada oportunidad?.
No soy capaz de sentir satisfacción cada vez que me empeño en negar lo que en realidad sé que tengo delante. No siento satisfacción cuando la realidad deja de serlo para pasar a ser una pobre descripción que yo mismo elaboro. Y cuando no puedo sentirla me refugio en la añoranza del pasado o en la preocupación por el futuro.
Me propongo no volver a decirme “la verdad”, pero sí me propongo escuchármela. Me propongo aplicar un saludable escepticismo cada vez que “la verdad” se manifieste de forma argumental. Me propongo la valentía de defenderla delante del ataque de mi propio miedo. Me propongo defender la realidad que experimento para sentir la satisfacción de habitarla y dejar que se dibuje una sonrisa en mi rostro que alimente mi sonrisa interior.